Evolución de la industria textil en el Perú
Desde épocas preincaicas el algodón y
el pelo fino de camélidos sudamericanos han sustentado el desarrollo de la
actividad económica en gran parte del Perú. Las lanas de oveja y el pelo fino
de alpacas y vicuñas, caracterizan los departamentos de Puno, Cuzco, Arequipa,
Ayacucho y Junín, mientras los algodones Pima, Tangüis y del Cerro refieren a
las producciones de Piura, Lima, Ica y Lambayeque. Esta gran cobertura
territorial y la existencia y desarrollo de actividades ligadas a estos
recursos facilitaron la organización de aldeas, talleres, ciudades intermedias
y ciudades capitales. En ellas la acción creadora y pasión de los antiguos
artesanos peruanos produjo tejidos y prendas de gran calidad y belleza.
La evidencia más concreta nos remonta
hasta la península de Paracas, donde se desarrolló una cultura extraordinaria,
que generó todo un legado a la tradición textil peruana. Los Paracas plasmaban
en sus creaciones su propia forma de interpretar el mundo. Sus diseños,
figuras, tejidos y colores, expuestos principalmente en sus mantos, revelan una
maestría en las técnicas del tejido. La actividad textil influenció en la vida
cotidiana de los peruanos, denotando rango y situación social. Los tejidos
cumplían distintas finalidades: económicas, sociales, ceremoniales y
funerarias, siendo algunos de sus usos: redes de pesca, bolsas, hondas,
camisas, faldellines, vinchas, calzado, mantos, tapices, muñecas y mortajas
funerarias.
La destreza de los artesanos
pre-incas y sus conocimientos en el tratamiento de la fibra, los tintes
naturales y la confección de tejidos, fueron notables. Cultivaron algodones
nativos, marrones y de tonos rosáceos, esquilaban llamas para tejidos burdos y
alpaca y vicuña para los tejidos finos.
Teñían las fibras animales y
vegetales después de limpiarlas, cardarlas y antes de hilarlas, utilizando
pigmentos minerales o tintes vegetales que se adherían o impregnaban en la
fibra con ayuda de mordientes. Poseían una admirable experticia en los procesos
de pigmentación textil, obtenían el rojo de la cochinilla, el azul del índigo o
añil, el amarillo del molle y de arcillas ferruginosas, el marrón de la tara y
frutos secos, el naranja de la semilla de achiote y el morado del múrice. En la
hilatura utilizaban el huso, con el cual la fibra era estirada, torcida e
hilada. Para tejer el hilo utilizaron hasta tres estructuras: el telar de
cintura, el telar vertical y el telar horizontal, éste último servía para
confeccionar tejidos burdos y los dos primeros se utilizaban en los tejidos más
finos. Estas estructuras comprendían dos ejes, entre los cuales se disponía la
urdimbre y se completaba el tejido con ayuda de instrumentos de madera que
facilitaban el paso y ajuste de las tramas. Conocieron además técnicas textiles
en brocados, tapicerías, dobles telas y gasas.
En el incanato, la institución de la
reciprocidad demandaba grandes cantidades de prendas finas para ser obsequiadas
entre los nobles del Tahuantinsuyo, asimismo la mita guerrera obligaba al
estado a cubrir los requerimientos logísticos del ejército. Para atender estas
necesidades, los incas instituyeron los Aclla huasis u obrajes femeninos, donde
las mamaconas confeccionaban prendas finas y burdas.
Durante la colonia llegaron el telar
a pedal y las nuevas versiones del telar vertical. Los españoles trajeron un
nuevo proceso de confección, que incluía el corte y la costura de telas para
hacer trajes y objetos. Los artesanos se especializaron en alfombras, colchas
en bajorrelieve, frazadas, pisos tejidos a mano, en sus tradicionales llicllas
y mantas y en prendas con influencia occidental como los ponchos y los chullos.
A inicios de la república, el cultivo
principal en las grandes haciendas era la caña de azúcar. Progresivamente
cobraría importancia el algodón. La liberación de los esclavos negros originó
una llegada masiva de mano de obra asiática para remplazarlos en las labores
del campo. Finalizada la guerra con Chile, ésta había ocasionado el
debilitamiento de ciertas elites terratenientes y el surgimiento de nuevos
grupos de poder, constituidos principalmente por inmigrantes europeos. La orientación
del aparato productivo nacional hacia el sector exportador se consolidó y
convirtió en fuente principal de ingresos para el fisco. En ese contexto un
científico puertorriqueño, Fermín Tangüis, desarrolla en el valle de Pisco una
variedad de algodón de fibra larga, resistente, suave y apropiada para el
teñido que se constituye en uno de los principales productos de agro
exportación en la costa central del Perú. Años más tarde, para el valle de
Piura, el agricultor Emilio Hilbk Seminario importaría de Arizona la variedad
“Pima”, de fibra extra larga, extraordinaria calidad y gran suavidad.
Las dos guerras mundiales, la guerra
de Corea y la de Vietnam, posibilitaron el incremento de los precios de las
materias primas, entre ellas el algodón, convirtiéndose durante un par de
décadas, en uno de los principales productos de exportación del país. En estos
años aumentó la productividad del campo, mejoraron las prácticas en las
haciendas, creció el sector manufacturero textil y se dieron transferencias
técnicas desde Inglaterra e Italia.
La explotación de lanas y pelo fino,
estuvo concentrada en los departamentos de Cusco y Puno. Desde la colonia se
crearon muchos obrajes y chorrillos, destinados a producir telas y despacharlas
a Potosí, ubicándose la mayoría de ellos en el Cusco. Luego de la independencia
se activó un dinámico comercio lanero entre los departamento de Cusco, Puno y
Arequipa, convirtiéndose éste último en el centro comercial más importante de
la zona por su cercanía al puerto de Islay, por donde se exportaba la lana a
Europa.
A inicios del siglo XX, las elites de
comerciantes y latifundistas, afincadas en los departamentos del sur del Perú,
fueron las propulsoras de la inversión industrial. Es así como se constituyeron
las fábricas de tejidos de lana y las hilanderías, activándose también en este
caso la cadena productiva de las lanas, con la participación de ganaderos,
comerciantes e industriales.
Hasta aquí podemos afirmar que el
sector textil en el Perú se desarrolló aprovechando la riqueza genética, tanto
del algodón como de los camélidos sudamericanos, los pisos ecológicos y la
destreza y versatilidad de los artesanos (capaces de crear sus propias técnicas
para procesos complejos como los de hilado, teñido y tejeduría, así como
asimilar y adaptar nuevas tecnologías). Ellos controlaron los procesos de
diseño, el desarrollo de colores e incluso la comercialización. La actividad
textil estuvo vinculada al desarrollo de talleres y posteriormente al de
plantas industriales, siempre intensivas en mano de obra y en conocimientos tecnológicos
en procesos de relativa complejidad.
Otro aspecto trascendente lo
constituye la configuración de cadenas productivas: éstas integraron una serie
de actividades con mayor utilización de mano de obra, materias primas, procesos
y capitales. Como consecuencia, se generaron bienes intermedios y finales para
los mercados locales y del exterior.
En años recientes, vuelta la
democracia e inmersos en procesos de apertura comercial e integración
económica, se presentan oportunidades para el sector en el mercado ampliado y
serán precisamente las cadenas productivas con sus capacidades de adaptación y
crecimiento, las que generarán una oferta exportable adecuada a la demanda
internacional. Obviamente se necesitará desarrollar nuevas capacidades, mejorar
procesos, incorporar nuevas tecnologías y extender las cadenas con fases de
diseño y desarrollo de producto, así como distribución y comercialización.
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